El pasado 14 de febrero, la vida me permitió nuevamente
saltar de un lugar a otro y esta vez hacia un sueño como lo es Cuba. Más allá
de la política y el diferir en los contrastes de lo que yo conozco por pobreza,
el poder llegar a la Isla y participar en un encuentro de jóvenes escritores,
se ha convertido en una de las experiencias más entretenidas de mi vida. Cuba
es una patria de artistas, el valor y el empeño con el que desarrollan todas
las artes es hermoso. Desde la danza, pasando a la escultura, la pintura, la
narrativa, etc. Cuba con sus limitaciones, es un país de arte, deporte, cultura
e intelectualidad. Cuba es mucho más de lo que se puede observar en la
televisión (lo que quieren que veamos). Lamentablemente mi viaje llegó con la
muerte que siempre se presenta sin avisar y más si es para reclamar a los seres
indispensables que hacen de nosotros mejores humanos. Mi recorrido por Cuba fue
una montaña rusa, la tristeza se hacía presente por ratos y por otros la
gratitud también. El momento de mayor resplandor fue estar frente al Malecón,
llorar y sentir a las olas queriendo entrar en mi cabeza, para recordarme la
promesa que será mi mantra, en los días de mayor melancolía.
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