Mi reconciliación
La última vez que visite el mar fue el año pasado, llena de
sueños y dolores haciendo promesas de despedidas. La vida me concedió la
oportunidad de regresar, pero aun lugar inesperado en un continente ajeno a mis
recuerdos, en un país ajeno a mi lengua materna. Sentir las olas frías y ver de
nuevo un atardecer me hizo soltar las penas, debo decir que fui feliz por
algunas horas, tal vez más feliz de lo que había recordado alguna vez. La
compañía, los juegos, el atardecer, el agua, las gaviotas, el sol alumbrando
nuevamente mi camino y mi pecho llenándose de fuego. A casi un año de verme derrotada,
puedo decir que las nuevas penas no son nada. Veo mi pasado con cariño, hasta
con agradecimiento. Las nuevas dificultades me hacen reír de vez en cuando y
cada vez soporto menos quedarme enjaulada. A veces me desconozco, eso me
agrada. No todos los días tengo el valor para reconocer que soy una mujer nueva
y me fascina, aunque definitivamente a muchos les desagrada. Mal por ellos y
ellas, porque hay Luna Sofía para el rato.
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